domingo, 22 de noviembre de 2009

Principios filosoficos

Bacon pretendió reformar la ciencia y el método científico, pero fracasó en el intento: la «revolución científica» sería hecha por los mismos científicos, y Bacon no era uno de ellos. Todo comenzó con el De revolucionibus orbium coelestium, publicado en 1543 cuando su autor, Copérnico, acababa de morir. El prologuista y editor, Andreas Osiander, quitaba importancia a la obra, afirmando que sólo contenía hipótesis que permitían calcular los movimientos celestes, pero que no pretendía que tales hipóte­sis fueran «verdaderas, ni incluso verosímiles, sino que únicamente permitieran hacer cálculos conformes con los hechos observados». Desde luego, ésa no era la opinión de Copérnico, pero se evitó el escándalo. La gran batalla comenzó cuando Kepler y Galileo defendieron públicamente la hipótesis copernicana del heliocentrismo.

Novum Organum

Considerada como la obra más importante de Francis Bacon, el Novum Organum fue publicado en 1620. Se­gún la intención de su autor, había de formar parte de un vasto tratado general de las ciencias denominado Instauratio magna, que jamás fue concluido. En el mar­co de esta «gran instauración», el Novum Organum ha­bía de ocupar la segunda parte, la primera había de estar constituida por una enciclopedia de las ciencias, en tanto que exposición de los principios generales del método, del «nuevo método» científico que Bacon proponía como sustitución del obsoleto «organon» aristotélico.

El Novum Organum, que se compone, a su vez, de dos libros, tiene su punto de partida, pues, en el recha­zo de la lógica de Aristóteles y en la necesidad de en­contrar un nuevo método de investigación de la natura­leza. La lógica aristotélica, base hasta entonces de las ciencias, ha de ser reemplazada por una nueva lógica experimental e inductiva. Ello es necesario por cuanto la lógica del filósofo griego es esencialmente deductiva, parte de algunas observaciones empíricas, pero se pre­cipita rápidamente en una generalización que olvida la existencia de principios intermedios. Para decirlo en palabras de Bacon, la lógica aristotélica es una vía de investigación y de descubrimiento de la verdad que par­te de las sensaciones y de los hechos particulares para elevarse rápidamente a las proposiciones más generales y, basándose en estos principios, cuya verdad se supone inmutable, descubre las proposiciones intermedias. A esta vía que se sigue de ordinario, Bacon opone una nueva forma de acceso a la verdad, que parte igual­mente de las sensaciones y de los hechos particulares, pero que «obtiene de ellos proposiciones, ascendiendo de un modo continuo y progresivo la escala de la gene­ralización hasta llegar a los principios más generales». Esta vía propuesta por Bacon es la verdadera, aun cuando nadie ha intentado ir por ella.

El Novum Organum comienza, como se ve, con una auténtica declaración de principios por parte del autor, de la que es inseparable la crítica de la tradición, esto es, del significado de la ciencia recibida, de su validez, de las dificultades que han trabado su progreso y de las perspectivas que ofrece el porvenir. Bacon reconoce que la ciencia europea tiene su origen en los griegos, y que otras civilizaciones, como la romana o la árabe, prosiguieron el esfuerzo de aquéllos. Pero esto no es obvio para que critique el escaso interés por la ciencia de la naturaleza que predomina en el pensamiento anti­guo y medieval. Y para que despoje a la idea de la antigüedad de una doctrina de cualquier garantía de so­lidez científica.

La crítica del pensamiento recibido, de sus prejuicios y de sus errores ocupa la parte principal del primer li­bro del Novum Organum, a modo de preliminar de la filosofía de la ciencia que Bacon desarrolla en el segun­do libro. Se trata de la pars destruens, que constituye una especie de fenomenología del error, y en la que se expone la célebre teoría baconiana de los idola.

Los «ídolos» (mencionados anteriormente) son, para Bacon, las tendencias del in­telecto humano que dan lugar a los errores y a los prejuicios, y que ocultan, por tanto, el verdadero sa­ber, de igual manera a como los ídolos entorpecen la visión del verdadero Dios. Bacon distingue cuatro tipos de ídolos.
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Los idola tribus (Idolos de las Tribus)
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Los idola specus (ídolos de la caverna)
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Los idola fori (ídolos de foro)
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Los idola theatri (ídolos del teatro)

La segunda parte de Novum Organum desarrolla pro­piamente el método inductivo de Bacon; es la pars ad­struens, en la que se trata de construir el saber, una vez se ha procedido a la crítica de los «ídolos» o errores. De acuerdo con la segunda vía de acceso a la verdad anteriormente referida, para Bacon lo más importante es colmar el vacío que el aristotelismo había dejado en­tre la observación empírica de los hechos y la precipita­da generalización que luego sirve para deducciones fal­sas. Hay que proceder, por tanto, al establecimiento de las reglas que ha de seguir la experimentación, a fin de que la observación empírica sea rigurosa; y permita escalonadamente la formulación de unos axiomas intermedios y luego de unos principios más generales.

En el método inductivo de Bacon es esencial, en pri­mer lugar, confrontar los hechos que se observan por medio de unas «tablas» que aseguren un orden a la ex­perimentación. Las tablas más importantes son las de presencia (tabula presentiae), las de ausencia (tabula absentiae) y las de grado (tabula graduum). Las tablas de presencia se elaboran con el objeto de consignar en ellas los casos en que se verifica un determinado fenó­meno. Las de ausencia, por el contrario, registran los casos en que, contra lo esperado, el fenómeno no se produce. La tabla de grados registra, finalmente, el au­mento o la disminución del fenómeno. Otras tablas, co­mo las de proximidad, desviación, etc., tienen el mismo objetivo que las mencionadas.

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