En una época de reformadores, Bacon quiere ser también un reformador. Pretende reformar la sociedad a través de la ciencia aplicada (éste es el mensaje de su utopía, La Nueva Atlántida); pero ello presupone reformar antes la ciencia, en sus objetivos y en sus métodos.
El proyecto fundamental de Bacon es, pues, éste: «Establecer y extender el dominio de la raza humana sobre el Universo, [...] lo cual depende, por entero, tanto de las artes como de las ciencias. Porque no podemos dominar la Naturaleza sino obedeciéndola» (Novum Organum, I,129). Hay que utilizar la Naturaleza para hacer feliz al hombre: se trata de un humanismo «técnico» (o industrial), puesto que Bacon afirma que «la introducción de famosos descubrimientos ocupa, con mucho, el primer lugar entre las acciones humanas» (Novum Organum, I,129), y beneficia más que las reformas sociales o políticas. Con razón se ha llamado a Bacon «el filósofo de la revolución industrial» (Farrington). Ahora bien, sólo se puede dominar la Naturaleza obedeciéndola, es decir, adaptándose a su estructura y sus leyes. La técnica requiere, pues, un previo conocimiento de la realidad: la ciencia. Sin ella, los inventos no son sino casualidades.
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