domingo, 22 de noviembre de 2009
Corriente filosofica
Hay que recordar que para Bacon la ciencia debe tener un objetivo práctico: transformar la Naturaleza para ponerla al servicio del hombre, lo cual supone conocerla bien. Por tanto, también el método tiene finalidad práctica (y teórica, por supuesto).
Bacon utiliza aquí una terminología particular. Todo cuerpo, escribe, posee múltiples naturalezas (propiedades, cualidades), las cuales tienen como causa inmanente una forma (esencia y ley inmanente). Bacon pretende que su concepto de «forma» nada tiene que ver con el concepto aristotélico correspondiente, lo cual no es del todo cierto. En cualquier caso, la «forma» siempre está oculta, y debe ser descubierta. Y lo interesante es esto: si descubrimos la «forma», podremos modificar las propiedades (o «naturalezas») de las cosas de un modo seguro, y no sólo por el azar de experimentos no dirigidos (como en la alquimia o la magia). Bacon perseguía fines prácticos como hacer un cristal más transparente, un hierro más ligero y resistente, etc. Así pues, el objetivo del método era conseguir «engendrar en un cuerpo una nueva o nuevas naturalezas, transformar unos cuerpos en otros, en la medida de lo posible».
El método para descubrir las formas es la inducción. Y tiene las siguientes partes:
1. Se reúnen todos los hechos que sean posibles acerca de la «naturaleza» que se quiera investigar. Por ejemplo, el calor. A esta parte la llama Bacon «Historia natural y experimental»
2. Se ordenan estos hechos según tres tablas: tabla de presencia (hechos en los que se da esa naturaleza o fenómeno), tabla de ausencia (hechos en los que no se da), tabla de grados (hechos en que varía). En la primera tabla se trata de reunir los hechos más dispares posibles; en cambio, en la tabla de ausencia se trata de recoger hechos semejantes a los de la primera tabla, pero tales que en ellos no se manifieste el fenómeno. Ambas tablas deben ir, pues, coordinadas entre sí. Por ejemplo, en la primera tabla recoge Bacon los rayos del Sol como primer hecho (en los que se da el calor), y en la segunda, los rayos de la Luna.
3. Se procede a la inducción propiamente dicha, la cual comienza por el procedimiento de exclusiones: excluir como «forma» aquello que no se encuentra cuando se da el fenómeno, o que se encuentra cuando no se da, o que aumenta cuando el fenómeno disminuye, o disminuye cuando el fenómeno aumenta. La coordinación de las dos primeras tablas facilita las exclusiones: en el ejemplo citado, Bacon dice que hay que excluir el fulgor y la luz como causa o «forma» del calor (puesto que hay luz en los rayos del Sol, pero también en los de la Luna). A base de exclusiones, dice Bacon, «quedará como en el fondo, desvaneciéndose en humo las opiniones volátiles, la forma positiva, sólida y verdadera, y bien determinada».
4. Ahora bien, Bacon reconoce que este trabajo es muy arduo y supone muchos rodeos. Por eso propone algunos auxiliares para la inducción. El primero es lo que llama «esbozo de interpretación», o «primera vendimia», que no es sino la formulación de una hipótesis provisional a partir de los casos en que la forma buscada parece encontrarse de un modo más claro. A continuación señala Bacon nueve auxiliares más para la inducción, de los cuales sólo desarrolló el primero: la enumeración de veintisiete «hechos preferentes».
En realidad, Bacon no inventó la inducción: ya fue utilizada desde los primeros filósofos griegos. Pero Bacon ve en la inducción de los antiguos una «anticipación» de la Naturaleza. Además, era una inducción que procedía por «simple enumeración» (de casos positivos), deficiencia que Bacon supo ver, por lo que junto a la tabla de «presencia» añadió la de «ausencia» y «grados», en lo cual consiste la verdadera innovación baconiana. Sin embargo, Bacon no consiguió perfeccionar su método inductivo, y finalmente pareció dejarse vencer por la complejidad del mismo.
Además, Bacon no llegó a captar el valor de las matemáticas, y cifró el objetivo de su método en la búsqueda de la «forma» (esencia) y de las «naturalezas» (cualidades). Justamente, los grandes científicos de esta época se orientarán en una dirección contraria: el método hipotético-deductivo, la matematización, la consideración cuantitativa. Bacon ignoró realmente la ciencia de su época y creó un método que nadie llegó a utilizar.
Corriente filosofica
Los «ídolos» son nociones e imágenes falsas que se apoderan de la mente y tienden siempre a reaparecer. Bacon los distribuye en cuatro tipos, señalando que algunos son innatos y otros pueden ser adquiridos:
Ídolos de la tribu: analizados en primer lugar, son los más importantes, por su carácter generalizable a todos los hombres. Se expresan, por ejemplo, en la tendencia intelectual a considerar que las cosas existen en un grado de orden y de igualdad mayor del que en realidad se encuentran, un ejemplo de esto es el error de asignar a todos los astros órbitas perfectas. De esta tendencia se deriva la búsqueda de una falsa analogía entre fenómenos que por su carácter irregular escapan a la formulación de leyes. Los «ídolos de la tribu» están presentes también en la tendencia conservadora de la mente humana, por la cual el hombre se resiste ante cualquier novedad, y la asimila, distorsionándola, a algo que ya conoce; actitud que tiene por consecuencia el otorgar un carácter preeminente a la afirmación antes que a la negación (importantísima para Bacon a la hora de formular un axioma). Estos ídolos conducen, finalmente, a la falsedad porque se apoyan en los datos engañosos que proporcionan los sentidos. Estos impiden, a menudo, la captación de los delicados y sutiles cambios que se producen en la naturaleza.
Ídolos de la caverna: Son propios de cada individuo, el cual es como una caverna en la que se quiebra la luz de la Naturaleza. Proceden del temperamento, educación, lecturas y experiencias particulares de cada uno. Unos se entusiasman con todo lo nuevo, y otros prefieren lo antiguo; unos prefieren la especulación y le someten las experiencias (Aristóteles), pero otros dan preferencia a los experimentos y derivan de ellos absurdas especulaciones (la alquimia), etc.
Ídolos del foro: Proceden de la relación entre los hombres, y radican en la fuerza de las palabras, que transmiten nociones fantásticas y perturban La mente. Según Bacon, son los ídolos más peligrosos. Las palabras substituyen a la realidad, y aunque se intenta dominarlas por medio de definiciones, «las definiciones mismas están hechas de palabras, y las palabras engendran palabras» (1, 54).
Ídolos del teatro: Proceden de los sistemas filosóficos anteriores, y de sus métodos y lógica (todos los cuales son «como mundos ficticios y teatrales»). Son, por un lado, «los principios y axiomas de las ciencias que siguen prevaleciendo gracias a la tradición, la credulidad y la negligencia»; pero también «las malas reglas de la demostración» (1, 49). Por eso, el método propuesto por Bacon deberá luchar contra un poderoso enemigo que está en la misma mente: el ídolo de la lógica vulgar y de la lógica aristotélica.
Principios filosoficos
Novum Organum
Considerada como la obra más importante de Francis Bacon, el Novum Organum fue publicado en 1620. Según la intención de su autor, había de formar parte de un vasto tratado general de las ciencias denominado Instauratio magna, que jamás fue concluido. En el marco de esta «gran instauración», el Novum Organum había de ocupar la segunda parte, la primera había de estar constituida por una enciclopedia de las ciencias, en tanto que exposición de los principios generales del método, del «nuevo método» científico que Bacon proponía como sustitución del obsoleto «organon» aristotélico.
El Novum Organum, que se compone, a su vez, de dos libros, tiene su punto de partida, pues, en el rechazo de la lógica de Aristóteles y en la necesidad de encontrar un nuevo método de investigación de la naturaleza. La lógica aristotélica, base hasta entonces de las ciencias, ha de ser reemplazada por una nueva lógica experimental e inductiva. Ello es necesario por cuanto la lógica del filósofo griego es esencialmente deductiva, parte de algunas observaciones empíricas, pero se precipita rápidamente en una generalización que olvida la existencia de principios intermedios. Para decirlo en palabras de Bacon, la lógica aristotélica es una vía de investigación y de descubrimiento de la verdad que parte de las sensaciones y de los hechos particulares para elevarse rápidamente a las proposiciones más generales y, basándose en estos principios, cuya verdad se supone inmutable, descubre las proposiciones intermedias. A esta vía que se sigue de ordinario, Bacon opone una nueva forma de acceso a la verdad, que parte igualmente de las sensaciones y de los hechos particulares, pero que «obtiene de ellos proposiciones, ascendiendo de un modo continuo y progresivo la escala de la generalización hasta llegar a los principios más generales». Esta vía propuesta por Bacon es la verdadera, aun cuando nadie ha intentado ir por ella.
El Novum Organum comienza, como se ve, con una auténtica declaración de principios por parte del autor, de la que es inseparable la crítica de la tradición, esto es, del significado de la ciencia recibida, de su validez, de las dificultades que han trabado su progreso y de las perspectivas que ofrece el porvenir. Bacon reconoce que la ciencia europea tiene su origen en los griegos, y que otras civilizaciones, como la romana o la árabe, prosiguieron el esfuerzo de aquéllos. Pero esto no es obvio para que critique el escaso interés por la ciencia de la naturaleza que predomina en el pensamiento antiguo y medieval. Y para que despoje a la idea de la antigüedad de una doctrina de cualquier garantía de solidez científica.
La crítica del pensamiento recibido, de sus prejuicios y de sus errores ocupa la parte principal del primer libro del Novum Organum, a modo de preliminar de la filosofía de la ciencia que Bacon desarrolla en el segundo libro. Se trata de la pars destruens, que constituye una especie de fenomenología del error, y en la que se expone la célebre teoría baconiana de los idola.
Los «ídolos» (mencionados anteriormente) son, para Bacon, las tendencias del intelecto humano que dan lugar a los errores y a los prejuicios, y que ocultan, por tanto, el verdadero saber, de igual manera a como los ídolos entorpecen la visión del verdadero Dios. Bacon distingue cuatro tipos de ídolos.
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Los idola tribus (Idolos de las Tribus)
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Los idola specus (ídolos de la caverna)
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Los idola fori (ídolos de foro)
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Los idola theatri (ídolos del teatro)
La segunda parte de Novum Organum desarrolla propiamente el método inductivo de Bacon; es la pars adstruens, en la que se trata de construir el saber, una vez se ha procedido a la crítica de los «ídolos» o errores. De acuerdo con la segunda vía de acceso a la verdad anteriormente referida, para Bacon lo más importante es colmar el vacío que el aristotelismo había dejado entre la observación empírica de los hechos y la precipitada generalización que luego sirve para deducciones falsas. Hay que proceder, por tanto, al establecimiento de las reglas que ha de seguir la experimentación, a fin de que la observación empírica sea rigurosa; y permita escalonadamente la formulación de unos axiomas intermedios y luego de unos principios más generales.
En el método inductivo de Bacon es esencial, en primer lugar, confrontar los hechos que se observan por medio de unas «tablas» que aseguren un orden a la experimentación. Las tablas más importantes son las de presencia (tabula presentiae), las de ausencia (tabula absentiae) y las de grado (tabula graduum). Las tablas de presencia se elaboran con el objeto de consignar en ellas los casos en que se verifica un determinado fenómeno. Las de ausencia, por el contrario, registran los casos en que, contra lo esperado, el fenómeno no se produce. La tabla de grados registra, finalmente, el aumento o la disminución del fenómeno. Otras tablas, como las de proximidad, desviación, etc., tienen el mismo objetivo que las mencionadas.
Critica a la logica Aristotelica
Bacon señala que existen dos caminos para descubrir la verdad. Uno es el de las anticipaciones de la Naturaleza, que es un camino precipitado y erróneo: «Parte volando de los sentidos y de los hechos particulares a los axiomas más generales, y partiendo de estos principios y de lo que cree verdad inmutable en ellos, procede a la discusión y descubrimiento de los axiomas medios'. El otro camino es el de a interpretación de la Naturaleza, que «hace salir los axiomas de los sentidos y de los hechos particulares, elevándose progresivamente para llegar a los principios más generales>'. Sólo este segundo camino, que es lento y progresivo, vale para establecer los principios que permiten conocer la Naturaleza. Es el camino de la inducción.
Por tanto, la diferencia no consiste en que un camino utilice la experiencia y el otro, no. Ambos la utilizan, pero la lógica aristotélica no llega a tocar la naturaleza real, sino que la «anticipe» simplemente: salta antes de tiempo a los principios más generales, por lo cual «sólo se toca la experiencia de pasada». Además utiliza una «experiencia superficial, unos pocos hechos particulares», y si se presenta algún hecho que contradice los axiomas tan precipitadamente obtenidos, «se los salva con alguna frívola distinción, en vez de hacer lo más acertado: corregir el axioma».
Ahora bien, «las anticipaciones son mucho más poderosas que las interpretaciones para conquistar nuestro asentimiento, [...] ya que se apoderan inmediatamente del entendimiento y llenan la imaginación» (1, 28). Es decir: algo hay en la mente que nos inclina hacia el error y el camino fácil. Por eso, antes de enseñar el método de interpretación de la Naturaleza, hay que eliminar los prejuicios o «ídolos» de la mente.
Filosofia de Bacon
El proyecto fundamental de Bacon es, pues, éste: «Establecer y extender el dominio de la raza humana sobre el Universo, [...] lo cual depende, por entero, tanto de las artes como de las ciencias. Porque no podemos dominar la Naturaleza sino obedeciéndola» (Novum Organum, I,129). Hay que utilizar la Naturaleza para hacer feliz al hombre: se trata de un humanismo «técnico» (o industrial), puesto que Bacon afirma que «la introducción de famosos descubrimientos ocupa, con mucho, el primer lugar entre las acciones humanas» (Novum Organum, I,129), y beneficia más que las reformas sociales o políticas. Con razón se ha llamado a Bacon «el filósofo de la revolución industrial» (Farrington). Ahora bien, sólo se puede dominar la Naturaleza obedeciéndola, es decir, adaptándose a su estructura y sus leyes. La técnica requiere, pues, un previo conocimiento de la realidad: la ciencia. Sin ella, los inventos no son sino casualidades.
Francis Bacon

Nació el 22 de enero de 1561 en York House en el Strand de Londres, hijo de Nicholas Bacon quien era el guardasellos de la reina Isabel I, y de Ann Cooke, de confesión protestante y emparentada con el primer ministro de la corona Lord Burghley.
En 1573, junto con su hermano Anthony ingresa en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde las influencias filosóficas que allí recibirá le apartarán pronto del aristotelismo al cual clasificará posteriormente como un pensamiento estéril. En 1576 con el fin de cursar la carrera de derecho ingresa en el Gray's Inn, pero en 1579 la muerte de su padre lo obliga a regresar súbitamente a Londres debido a los problemas económicos que esto provocó.
En 1584 siendo ya abogado, Bacon da comienzo a su carrera política, siendo miembro de la Cámara de los Comunes.
Como estadista, Francis Bacon alcanzó los puestos más altos en la gobernación de Inglaterra. Pero si en conseguirlos desplegó su capacidad intelectual, no intervino menos su capacidad para la intriga, su deslealtad para con los amigos y su inmensa ambición. Precisamente su actuación en la vida pública inglesa ha perjudicado su reputación en sus otros aspectos de filósofo y escritor y a nadie, mejor que a él, se puede aplicar lo del moralista que no sigue sus propios consejos.
Más de la mitad de su vida pasó Bacon tratando de alcanzar lo que su ambición le dictaba. Su turbio proceder no le sirvió para alcanzar el tan ansiado favor de la reina. Cuando ésta murió, Bacon tenía 42 años. El sucesor, Jacobo I, le fue más propicio y con él consiguió los máximos cargos ambicionados. Pero no supo, una vez en la cima como Lord Canciller, ser leal a la confianza depositada en él. Se le acusó de haber cometido en su cargo veintitrés delitos de corrupción. Cierto es que Bacon, según iba ascendiendo, perdía las amistades y llegó a tener muchos más enemigos que amigos. Bacon se reconoció culpable y apenas pudo, con su defensa, aminorar la gravedad de las inculpaciones. Después de la condena y de la pérdida de todos sus cargos, se retiró a una posesión familiar y se dedicó al estudio y a sus tareas filosóficas y literarias.
Como filósofo, a Bacon se le suele considerar fundador de la filosofía moderna, en su tendencia empírica, y padre de la moderna investigación científica; pero ambas cosas resultan exageradas. Bacon tuvo el mérito de considerar insuficiente el escolasticismo y tratar de exponer un nuevo método de investigación mediante el conocimiento minucioso de la naturaleza, prescindiendo de todos los prejuicios que procedieran de las ideas aceptadas sin comprobación o de opiniones de autoridades antiguas tenidas como dogmas. Pero él mismo no fue demasiado consecuente con sus propósitos, y, en su filosofía, hay todavía mucho de escolasticismo y de prejuicios aceptados sin examen. Aspiró a superar, en su Instauratio Magna, la autoridad (entonces casi absoluta) de Aristóteles, cuya influencia, sobre todo en las ciencias naturales, impedía investigar libremente. Con ese mismo fin escribió su Novum Organum, en el que exponía un nuevo método de razonamiento inductivo mediante la observación minuciosa que sustituyera al método deductivo basado en la abstracción y en las autoridades antiguas. Trató de que el conocimiento se bastara en la experiencia sensible ayudada por el intelecto, pues la observación había de completarse con la reflexión metódica y con la experimentación. Negaba la existencia de las ideas innatas. Los prejuicios de los que debía huir el investigador eran clasificados por Bacon en cuatro grupos a los que llamaba idola (ídolos) y eran los prejuicios procedentes de la propia especie humana; de la personalidad individual; de las relaciones con las demás personas y de las autoridades antiguas y contemporáneas.
El inconveniente de la labor filosófica de Bacon, de indudable valor en su intención, es que su autor no profundizó suficientemente y nunca pasó de ser un simple aficionado en sus investigaciones, en las que ni siquiera aplicó los métodos que propugnaba. No sintió demasiada curiosidad por la ciencia de su tiempo y así ignoró o desdeñó los trabajos decisivos de Copérnico, Kepler, Galileo y Vesalio.
Gran parte de su fama descansa, sobre todo, en sus Ensayos. La denominación de Essays (ensayos) no tiene del todo la acepción que modernamente se da a ese género, sino la de reflexiones e intentos de sopesar y valorar un tema cualquiera. Los ensayos abarcan temas muy diversos, desde los proyectos ideales para la construcción de un palacio o la de unos jardines, hasta los aspectos característicos del matrimonio y la soltería, con otros tradicionales sobre la ira, la envidia, etc., y otros muchos dedicados a temas políticos y de gobierno.
Los Ensayos de Bacon están escritos en la prosa inglesa más condensada y sencilla que jamás se haya escrito; por eso su lectura requiere mucha atención. Aunque Bacon rechazaba el escolasticismo y la dogmática aceptación de autoridades antiguas, sus ensayos están cuajados de citas latinas; pero en sus tiempos eso no era tina dificultad para el lector culto, ya que el latín seguía siendo el idioma científico y filosófico y de cuantas obras pretendieran un mínimo nivel de seriedad en el mundo del saber.
Principales obras de Bacon
Roger Bacon

Monje inglés, apellidado el doctor admirable y uno de los sabios más ilustres de todos los tiempos. Nació en Ilchester, en la prov. de Semerset, en Inglaterra, en 1214; murió en Oxford en 1294. Estudio en Oxford y después en la Universidad de París, en la que recibió el grado de doctor en Teología. A su regreso a Inglaterra (1240), vistió el hábito franciscano y fijó su residencia en Oxford. Se dedicó con el mismo afán al estudio profundo de las lenguas, a la aplicación de las matemáticas y a la ciencia experimental (scientia experimentalis), a la que consagró un capítulo de su Opus majus. Llenan su juventud las tareas del erudito, su vida toda las tareas del hombre de ciencia, y todos los ramos del humano saber sintieron la poderosa influencia de su genio. Aprendió los idiomas latino, hebreo, griego y árabe; demostró en su Opus majus la necesidad de reformar la gramática y el conocimiento de las lenguas a fin de dar un fundamento a la teología; consideró a las matemáticas como un instrumento para penetrar en los dominios de las otras ciencias; afirmó que el cálculo era como la primera de las ciencias, la que a todas precede y nos prepara para comprenderlas todas, y realizó, al parecer en el tercer período de su vida, experimentos de física y química.
En filosofía, fue el padre del método experimental y el precursor de su compatriota y homónimo Francis Bacon. Veía en la autoridad (magister dixit) la fuente de la ignorancia. «En vez de estudiar la naturaleza, decía, se pierden 20 años en leer los razonamientos de un antiguo.» Y agrega: «Si pudiese disponer de los libros de Aristóteles, los haría quemar todos; porque este estudio hace perder el tiempo, engendra el error y propaga la ignorancia.» Y no se crea por esto que desconocía el genio de Aristóteles; pero protestaba contra los que creían ver en los escritos del filósofo griego la última palabra de la ciencia. Enemigo de las abstracciones, sutilezas y disputas de la filosofía escolástica, Bacon despreciaba a los tomistas de la Edad Media. No permaneció indiferente a los problemas de la metafísica de su tiempo, antes bien trató con cierta originalidad los de la materia y la forma y algún otro; pero tendió a darles una solución nominalista y como si dijéramos antimetafísica. Monje ortodoxo, sabio libre del yugo de Aristóteles, reduce toda su filosofía a leer bien y comprender mejor estos dos libros: la Escritura y la Naturaleza. Entre la teología, llamada a resolver las causas primeras, y la ciencia experimental, por la que sólo podemos descubrir las causas segundas, no queda espacio, en opinión del sabio inglés, para el mundo fantástico de la escolástica.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Aristoteles

Aristóteles nació en el año 384 a.C. en una pequeña localidad macedonia cercana al monte Athos llamada Estagira, de donde proviene su sobrenombre, el Estagirita. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. Nicómaco pertenecía a la familia de los Asclepíades, que se reclamaba descendiente del dios fundador de la medicina y cuyo saber se transmitía de generación en generación. Ello invita a pensar que Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina y de ahí le vino su afición a la investigación experimental y a la ciencia positiva. Huérfano de padre y madre en plena adolescencia, fue adoptado por Proxeno, al cual pudo mostrar años después su gratitud adoptando a un hijo suyo llamado Nicanor.
En el año 367, es decir, cuando contaba diecisiete años de edad, fue enviado a Atenas para estudiar en la Academia de Platón. No se sabe qué clase de relación personal se estableció entre ambos filósofos, pero, a juzgar por las escasas referencias que hacen el uno del otro en sus escritos, no cabe hablar de una amistad imperecedera. Lo cual, por otra parte, resulta lógico si se tiene en cuenta que Aristóteles iba a iniciar su propio sistema filosófico fundándolo en una profunda critica al platónico. Ambos partían de Sócrates y de su concepto de eidos, pero las dificultades de Platón para insertar su mundo eidético, el de las ideas, en el mundo real obligaron a Aristóteles a ir perfilando términos como «sustancia», «esencia» y «forma» que le alejarían definitivamente de la Academia. En cambio es absolutamente falsa la leyenda según la cual Aristóteles se marchó de Atenas despechado porque Platón, a su muerte, designase a su sobrino Espeusipo para hacerse cargo de la Academia. En su condición de macedonio Aristóteles no era legalmente elegible para ese puesto.
Aristoteles
SU FILOSOFIA
Aristóteles se ha significado como uno de los filósofos más importantes de todos los tiempos y ha sido uno de los pilares del pensamiento occidental. Sus obras, escritas hace más de dos mil trescientos años, siguen ejerciendo una influencia notable sobre innumerables pensadores contemporáneos y continúan siendo objeto de estudio por parte de múltiples especialistas. La filosofía de Aristóteles constituye, junto a la de su maestro Platón, el legado más importante del pensamiento de la Grecia antigua.
Pese a ser discípulo de Platón, Aristóteles se distanció de las posiciones idealistas, para elaborar un pensamiento de carácter naturalista y realista. Frente a la separación radical entre el mundo sensible y el mundo inteligible planteada por las doctrinas platónicas, defendió la posibilidad de aprehender la realidad a partir de la experiencia. Así pues, en contra de las tesis de su maestro, consideró que las ideas o conceptos universales no deben separarse de las cosas, sino que estaban inmersos ellas, como forma específica a la materia. Por estos motivos, otorgó gran importancia a los estudios científicos y a la observación de la naturaleza. Sin embargo, las preocupaciones de Aristóteles no se dirigieron únicamente al estudio especulativo de las cosas y sus causas, sino que también se centraron en cuestiones de lógica formal, moral, política y estética. De acuerdo con las fuentes antiguas, el filósofo griego escribió 170 obras, aunque sólo 30 se han conservado hasta nuestros días.
Aristoteles
Su influencia
Durante mucho tiempo, el pensamiento aristotélico se vio eclipsado por el prestigio de las doctrinas de Platón. En época de la Roma cristianizada, el naturalismo y el realismo de Aristóteles eran despreciados y se privilegiaban las lecturas neoplatónicas de Plotino y Beocio. Debido al espiritualismo que caracterizó al pensamiento medieval, las doctrinas de Platón gozaron de preeminencia hasta el siglo XII.
Los estudios de la escuela de Florencia, Francis Bacon y Galileo quebrantaron la autoridad aristotélica. Sin embargo, los escritos del filósofo griego continuaron ejerciendo influencia sobre diversas corrientes de pensamiento modernas, como el idealismo, el neoescolasticismo, el conductismo y el dinamismo de Bergson, entre otras.
miércoles, 26 de agosto de 2009
Ciencia Moderna

La ciencia es un conjunto de conocimientos racionales, ciertos o probables que se obtienen mediante el empleo del método científico, esta se denomina moderna porque se desarrolla en los siglos XVI, XVII y XVIII; es decir, esta se basa en el conocimiento científico, el cual no es más que un rasgo característico de la ciencia pura como de la aplicada.
Una de las figuras importantes en la construcción de un saber radical en la ciencia fue el francés René Descartes (1596 - 1650), a quien se atribuye la fundación de la filosofía moderna que es el conocimiento y la existencia, y el desarrollo del paradigma mecanicista. Es considerado el fundador de la ciencia moderna, debido a que estableció los fundamentos metodológicos, epistemológicos y teológicos de la ciencia.
Con Descartes la razón se convirtió en el instrumento para alcanzar el conocimiento científico.
El método científico nace de la necesidad del hombre preguntarse de modo sistemático, las respuestas nacen de la observación.
Rene Descartes

(La Haya de Turena, 31 marzo 1596 - Estocolmo, 11 febrero 1650).
Filósofo francés. Fue hijo de Joaquín Descartes, consejero del Parlamento de Rennes. Éste le animaría para que hiciera una carrera jurídica, como su hermano y su hermanastro (su madre murió cuando tenía un año, y su padre volvió a casarse). Se educó en un colegio de jesuitas, La Flèche, centro importantísimo en la vida francesa de la época, con un interés especial por las lenguas y la literatura clásicas, que Descartes estudió a fondo.
En el año 1614 abandona La Flèche y va a París, donde se dedica a una vida de placer. Toda su vida sería un sincero católico. Tenía una inteligencia prodigiosa y un carácter amable, que le hicieron ser apreciado por todos los que le conocieron. En 1616 obtuvo el título de bachillerato y la licenciatura de derecho en Poitiers. Se sintió inclinado primero a la carrera de armas y fue a la escuela militar más prestigiosa de la época, la de Breda. Su curiosidad por todo le llevó a realizar numerosos viajes.
Pronto manifestó un genio especial para las matemáticas, y fue perfilando una clasificación ordenada de las curvas y de las ecuaciones. Vio a su alcance la posibilidad de unir ciencia y sabiduría, esperando vencer los secretos de la naturaleza, utilizando las matemáticas. Empezó varias obras: Reglas para la dirección del espíritu o Pensamientos privados, apuntes personales escritos durante su estancia en Breda y Alemania. Vivió en Francia el invierno de 1627 a 1628. A finales de este año se instalaría en los Países Bajos y desde 1629 se establecería en Holanda, donde amó la tranquilidad, libertad e independencia de este país.
Esta fue su época de mayor actividad, cuando escribió sus obras más importantes y tuvo relación intensa con los hombres de ciencia y los filósofos de Europa. En 1649 marchó a Estocolmo. Sólo volvería a Francia los veranos de 1644, 1647 y 1648.
Su obra ocupa indudablemente un lugar fundamental en la filosofía francesa del siglo XVIII. Fue el primero en romper con la Escolástica, sustituyendo el libre examen y creando el mecanicismo científico. Ortega dijo de él que había sido <
Para él Dios, al ser absolutamente libre, en un acto único crea todas las cosas, las esencias y las existencias, las <
En 1641 escribió Las Meditaciones, tratando de construir su metafísica de acuerdo con el método. Partió de la duda crítica y creyó que sólo había algo seguro, la certeza de la existencia por el pensamiento (cogito, ergo sum: pienso, luego existo). Soy, decía Descartes, en la medida en que pienso. Soy una realidad pensante y, efectivamente, sólo hay una cosa que no puede ser falsa: su existencia. En esta misma obra afirmaba que si concibo la definición de un ser perfectisimo, incluye su existencia, la conclusión es indudable.
Su obra Los Principios la escribió en 1644. En 1649, su Traité des passions de l'âme, y en 1701, las Regulae ad directionem ingenii. Escribió en latín, como casi todos los pensadores de su época, pero también en francés, siendo uno de los primeros prosistas franceses y de los cultivadores de la filosofía en lengua vulgar. El mundo físico está determinado en Descartes por la extensión. Junto a la <
Por otro lado, los animales son para Descartes puras máquinas autómatas (res extensa). Máquinas, desde luego perfectísimas como hechas por Dios, pero sin semejanza con la sustancia espiritual y pensante que es el hombre. Descartes funda su especulación en el criterio de evidencia, la evidencia de la razón. Su método es, por tanto, el racionalismo. El hombre es sustancia pensante. El racionalismo cartesiano influirá decisivamente en todo el siglo siguiente, culminando en la Revolución Francesa.
Su amigo Chanut, embajador de Francia en Estocolmo, le puso en relación con la reina de Suecia que, deseosa de escuchar sus lecciones, le insistió para que se trasladase a Suecia. Él quiso volver a su soledad, iniciando una obra sobre La búsqueda de la verdad mediante la luz natural. Murió en Estocolmo en 1650 <
Rene Descartes
Las primeras obras
Aunque se conservan algunos apuntes de su juventud, su primera obra fue Reglas para la dirección del espíritu creada en 1628 y publicada en 1701.(póstuma). Luego escribió La luz o Tratado del mundo y El hombre, que retiró de la imprenta al enterarse de la condena de la Inquisición a Galileo en 1633, y que más tarde se publicaron a instancias de Leibniz. En 1637 publicó el Discurso del método para dirigir bien la razón y hallar la verdad en las ciencias, seguido de tres ensayos científicos: Dióptrica, La Geometría y Los meteoros. Con estas obras, escritas en francés, Descartes acaba por presentarse ante el mundo erudito, aunque inicialmente intentó conservar el anonimato.
En 1641 publicó las Meditaciones metafísicas, acompañadas de un conjunto de Objeciones y respuestas que amplió y volvió a publicar en 1642. Hacia 1642 puede fecharse también un diálogo, La búsqueda de la verdad mediante la razón natural (póstumo).
En 1647 aparecen los Principios de filosofía, que Descartes idealmente habría destinado a la enseñanza. En 1648 Descartes le concede una entrevista a Frans Burman, un joven estudiante de teología, quien le hace interesantes preguntas sobre sus textos filosóficos. Burman registra detalladamente las respuestas de Descartes, y éstas usualmente se consideran genuinas. En 1649 publica un último tratado, Las pasiones del alma, sin embargo aún pudo diseñar para Cristina de Suecia el reglamento de una sociedad científica, cuyo único artículo es que el turno de la palabra corresponda rotativamente a cada uno de los miembros, en un orden arbitrario y fijo.
De Descartes también se conserva una copiosa correspondencia, que en gran parte canalizaba a través de su amigo Mersenne, así como algunos esbozos y opúsculos que dejó inéditos. La edición de referencia de sus obras es la que prepararon Charles Adam y Paul Tannery a fines del siglo XIX e inicios del XX, y a la que los comentaristas usualmente se refieren como AT, por las iniciales de los apellidos de estos investigadores.
Rene Descartes
El padre de la filosofía moderna
Al menos desde que Hegel escribió sus Lecciones de historia de la filosofía, en general se considera a Descartes como el padre de la filosofía moderna (independientemente de sus aportes a las matemáticas y la física). Este juicio se justifica, principalmente, por su decisión de rechazar las verdades recibidas, p. ej., de la escolástica, combatiendo activamente los prejuicios. Y también, por haber centrado su estudio en el propio problema del conocimiento, como un rodeo necesario para llegar a ver claro en otros temas de mayor importancia intrínseca (la moral, la medicina y la mecánica). En esta prioridad que concede a los problemas epistemológicos, lo seguirán todos sus principales sucesores. Por otro lado, los principales filósofos que lo sucedieron estudiaron con profundo interés sus teorías, sea para desarrollar sus resultados o para objetarlo. Este es el caso de Pascal, Spinoza, Leibniz, Malebranche, Locke, Hume y Kant, cuando menos. Sin embargo, esta manera de juzgarlo no debe impedirnos valorar los estrechos vínculos que este autor mantiene con los filósofos clásicos, principalmente con Platón y Aristóteles. Descartes aspira a «establecer algo firme y durable en las ciencias». Con ese objeto, según la parte tercera del Discurso, por un lado él cree que en general conviene proponerse metas realistas y actuar resueltamente, pero prevé que en lo cotidiano, así sea provisionalmente, tendrá que adaptarse a su entorno, sin lo cual su vida se llenará de conflictos que lo privarán de las condiciones mínimas para investigar. Por otra parte, compara su situación a la de un caminante extraviado, y así concluye que en la investigación, libremente elegida, le conviene seguir un rumbo determinado. Esto implica atenerse a una regla relativamente fija (un método), sin abandonarla.Entre los aportes de René Descartes a la ciencia:
- La naturaleza incluyendo la vida vegetativa y psíquica funciona de acuerdo con las leyes mecánicas que no poseen finalidad alguna.
- La ciencia se ocupa sólo de los objetos sobre los cuales somos capaces de adquirir conocimientos ciertos e individuales.
- El método de razonamiento analítico tiene más importancia que la experiencia sensorial y la representación mental.
- Nuestro conocimiento de la realidad proviene de la razón.
- El alma y el cuerpo son sustancias distintas.
- Creación de la geometría analítica; sostuvo que esta se realiza en el plano de la abstracción.
Rene Descartes
- Daría todo lo que sé, por la mitad de lo que ignoro.
- Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás.
- La matemática es la ciencia del orden y la medida, de bellas cadenas de razonamientos, todos sencillos y fáciles.
- Lo poco que he aprendido carece de valor, comparado con lo que ignoro y no desespero en aprender.
- La filosofía es la que nos distingue de los salvajes y bárbaros; las naciones son tanto más civilizadas y cultas cuanto mejor filosofan sus hombres.
- Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas.
- No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente.